miércoles, 18 de febrero de 2015

HISTORIA

Época Precolombina

La percepción que tenemos de los habitantes precolombinos de Cuba (llamados aborígenes, indígenas o incorrectamente indios) viene a nosotros a través de los relatos de los conquistadores, llamados Cronistas de las Indias. Se distinguió tres tipos de culturas diferentes en cuanto a rasgos étnicos, lingüísticos y de desarrollo tecnológico y social, las cuales llamó Guanahateby, Siboney o Sibuney y Taína.
En el último siglo los estudios arqueológicos, etnológicos y morfológicos han permitido indagar más en la vida de estos primeros habitantes de la isla, que llegaron a ella en migraciones procedentes de la América continental. Estos primeros grupos eran cazadores paleolíticos de origen mongoloide. La segunda migración, fechada aproximadamente hace 4500 años, procedía de Centro y Sudamérica; tenían una fisionomía parecida a la del primer grupo. La tercera y cuarta migración procedió fundamentalmente de las Antillas en torno al 500 a.C. Una clasificación más atenida a la evolución de estos grupos humanos establece también tres grupos: el de la edad de la concha (correspondiente al Guanahatebey), el de la edad de la piedra (correspondiente al Siboney) y la edad de la alfarería (correspondiente a la Taína).
En común todos estos grupos tenían una organización gentilicia matriarcal, con división del trabajo por sexo y edades con una forma de religión animista y culto a los antepasados.

Sociedad Colonial


La conquista de la antigua isla de Cuba por la corona española se inicia cerca de los 20 años después del primer viaje de Colón (1492), como parte del proceso de ocupación que se irradiaba hacia diversas tierras del Caribe. 
La actividad económica se sustentó en el trabajo de los indígenas, entregados  a los colonos por la corona mediante el sistema de encomiendas. y una especie de concesión personal, revocable y no transmitible, mediante el cual el colono se comprometía a vestir, alimentar y cristianizar al aborigen a cambio del derecho de hacerlo trabajar para su beneficio.
Concebido bajo rígidos principios mercantilistas, el comercio imperial se desarrollaría como un cerrado monopolio que manejaba la Casa de Contratación de Sevilla, lo que no tardó en despertar los celosos apetitos de otras naciones europeas. Corsarios y filibusteros franceses, holandeses e ingleses asolaron el Caribe, capturaron navíos y saquearon ciudades y poblados. Cuba no escapó de esos asaltos: los nombres de Jacques de Sores, Francis Drake y Henry Morgan mantuvieron en pie de guerra por más de un siglo a los habitantes de la Isla. Las guerras y la piratería también trajeron sus ventajas. Para resguardar el comercio, España decidió organizar grandes flotas que tendrían como punto de escala obligado el puerto de La Habana, estratégicamente situado al inicio de la corriente del Golfo. La periódica afluencia de comerciantes y viajeros, así como los recursos destinados a financiar la construcción y defensa de las fortificaciones que, como el Castillo del Morro, guarnecían la bahía habanera, se convertirían en una importantísima fuente de ingresos para Cuba. Los pobladores de las regiones alejadas, excluidos de tales beneficios, apelaron entonces a un lucrativo comercio de contrabando con los propios piratas y corsarios, que de este modo menos agresivo también burlaban el monopolio comercial sevillano. Empeñadas en sofocar tales intercambios, las autoridades coloniales terminaron por chocar con los vecinos, principalmente los de la villa de Bayamo, quienes con su sublevación de 1603, ofrecieron una temprana evidencia de la diversidad de intereses entre la "gente de la tierra" y el gobierno metropolitano. Uno de los incidentes provocados por el contrabando inspiró poco después el poema Espejo de Paciencia, documento primigenio de la historia literaria cubana.

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